HISTORIA
En marzo de 2014 me encontré a un joven palomo herido en un párking. Como no podía volar, lo llevé a la veterinaria. Ésta me dijo que tenía una inflamación en la articulación del ala derecha y que, tal vez, no podría volver a volar nunca. Tras esta noticia, decidí quedármelo en casa (aunque tengo gatos y, ya se sabe que son incompatibles). Le compré una jaula enorme para que tuviera espacio.
A las pocas semanas, se puso fuerte y se fue recuperando. Al llegar la primavera y el buen tiempo, le puse la enorme jaula en el balcón para que se fuera acostumbrando. Cuando se hubo recuperado del todo y empezó a volar un poquito por la jaula, decidí que ya era hora de que volviera con los de su especie. Le abrí la jaula y emprendió su vuelo. ¡Ahora debe ser un palomo feliz, que vuela por todo lo alto!
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