HISTORIA

Ibis nació (aproximadamente) a principios del año 2010 en el Principado de Andorra.

Era una noche fría de febrero y había nevado bastante el día anterior. Me estaba paseando por la calle cuando, de repente, vi que una paloma estaba en mitad de la carretera principal. Lo primero que hice fue intentar asustarla para que saliera volando para que ningún coche pudiera atropellarla. Pero no salió volando. Fue entonces cuando me di cuenta de que se trataba de un bebé y de que no sabía volar. Seguramente debía de haber caído de algún nido.

Como no sabía volar, estaba helada y empezaba a chocar contra las vitrinas de las tiendas, me la llevé a casa. No sabía realmente si se trataba de un palomo o de una paloma, pero me decanté por un palomo al que llamé Ibis.

Pasó los siguientes días en casa (calentito con la calefacción). Le di de comer comidita de pájaro (semillas) chafada y mezclada con agua, formando una pasta que se la daba con unas pinzas en el pico. Encontré una vieja jaula que tenía por casa (porque también tengo gatos) y lo puse allí. A los pocos días ya recuperó todos sus colores y engordó un poco.

Unos meses más tarde, tras haber pasado el largo y duro invierno en casa, mi padre construyó una enorme jaula de madera en el jardín. Allí lo guardamos hasta que hiciera más calor y hasta que él supiera volar.
Tras unas semanas resguardado en la enorme jaula, decidimos que ya era hora de que fuera libre. Abrimos la puerta, observó la situación, e Ibis decidió emprender su primer vuelo.

Parecerán imaginaciones mías, pero cuando Ibis voló al exterior por primera vez, me miró a los ojos, dio una vuelta y volvió para decirme adiós. Ésta fue la última vez que lo vi.

Durante los siguientes días a su magnífico vuelo, seguí poniendo comida y agua con la esperanza de que volviera. Pero no fue así. Seguramente se fue con un grupo de palomos y vivió su vida con los de su especie, como debe ser.

Algunos pensarán que es una locura hacer todo lo que hice por este palomo, pero sin duda ha merecido la pena sólo por ver cómo emprendía este vuelo. Fue mágico y muy gratificante.
¡Nunca te olvidaré Ibis!