HISTORIA
En septiembre de 2003, me regalaron dos canarios a los que llamé Buf (porque estaba rellenito y porque en francés “bouffe” significa comida) y Perla (porque era blanca como una perla). No sé exactamente cuando nacieron.
Buf era el más comilón y muy alegre. Perla, en cambio, comía menos, pero era más tranquilita. A ambos les gustaba balancearse en su columpio y mirar por la ventana, además de comerse unos deliciosos trozos de manzana. ¡Los dos eran la alegría de la casa!
Pasaron juntos unos maravillosos 8 meses hasta que, en mayo de 2004, cuando llegué a casa, mis padres me anunciaron la trágica noticia del fallecimiento de Perla. Lloré muchísimo y pasé los días siguientes añorándola muchísimo. Había fallecido por vejez. Poco después, fui a enterrarla en la montaña, frente a un río.
Algunas personas dicen que los animales no tienen sentimientos, pero eso es completamente falso. Un mes después, Buf se deprimió tanto, que murió de pena y de soledad. Esto sólo es un claro ejemplo de lo mucho que un animal puede llegar a querer.
Buf, Perla, ¡nunca os olvidaré!
|