Un nuevo estudio de generación
de imágenes cerebrales examinó 11 cadáveres de 11 razas caninas
distintas, unas de morro largo como el galgo y el terrier y
otras de hocico corto como el mastín y el doguillo.
El equipo descubrió que los
cerebros de muchas razas caninas de morro corto han girado hacia
adelante e incluso llegado a los 15 grados de rotación.
Además, en estas razas, la región
cerebral del olfato denominada bulbo o lóbulo olfativo, se ha
movido hacia abajo en dirección a la base del cráneo, modificando
quizás y de forma significativa el esencial sentido del olfato
perruno, concluyen los investigadores.
Desde que se domesticó al primer
lobo, alrededor de 12.000 años atrás, «la cría selectiva» ha
provocado muchas variaciones anatómicas en los canes, pero probablemente
la más dramática sea la relacionada con la forma del cráneo»
comenta el coautor Michael Valenzuela, un neurocientífico de
la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia.
«Los perros son seres muy especiales
puesto que presentan grandes variedades de formas craneales»
añade Valenzuela, «a decir verdad, más que cualquier otra especie
animal».
¿Los cambios en el cerebro perruno
equivalen a un comportamiento modificado?
Todavía no está claro si la
rotación del cerebro y el descenso intracraneal del lóbulo olfativo
de los canes de morro corto (braquiocefálicos) ha afectado el
sentido del olfato, pero Valenzuela y sus colegas destacan que
los perros de morro corto no se utilizan para rastrear.
«Pensamos que los perros viven
rodeados de un mundo de olores, pero este hallazgo sugiere que
el mundo olfativo de un perro en particular puede ser completamente
distinto al de otro can» comenta el coautor del estudio Paul
McGreevy de la Universidad de Sydney.
El equipo investigador especula
sobre la forma en que los cambios cerebrales pueden haber modificado
el olfato perruno destacando su efecto en la ruta cerebral conocida
como la migración rostral o RMS. Otros estudios sugieren que
la RMS es importante para tener una percepción olfatoria normal.
«La RMS comienza muy profundamente
en el núcleo del cerebro y recorre una ruta predecible hasta
el lóbulo olfativo», comentó el coautor Valenzuela a National
Geographic News.
Ya que el bulbo olfativo se
ha movido en los perros braquiocefálicos, es posible esperar
una alteración de la trayectoria de la RMS, o una pérdida de
su regulación» añade.
La exploración de estas potenciales
desviaciones de la RMS, «sería de sumo interés para investigaciones
futuras».
El
equipo de Valenzuela tiene previsto acometer, como mínimo, parte
de esa investigación futura y espera descubrir si las modificaciones
cerebrales resultantes de la cría selectiva han cambiado el
sentido del olfato de los perros y, de ser éste el caso, la
forma en que lo han hecho. Es una pregunta fascinante que abordaremos
con mayor profundidad en el futuro.